*He venido al mundo, para dar testimonio a la verdad. Todo aquel que es de la verdad, oye mi voz. – Juan 18:37.
Nuestra gran prioridad debería ser buscar la verdad. La mentira y la falsedad nos ciegan, hacen que suframos y que hagamos sufrir a los demás. Nos unen al mal y hacen que entremos en el ámbito de la actividad de Satanás, el padre de mentira y príncipe de las tinieblas. La verdad no es un objeto que uno posee, ni un instrumento para dominar a los demás. La verdad es una luz que penetra en nosotros y nos libera. Es necesario que nos dejemos traspasar y renovar por ella.
“Compra la verdad, y no la vendas”, dice claramente la Biblia (Proverbios 23:23). Para buscar la verdad hay que pagar un precio; y esta trayectoria puede ser dolorosa; tal vez seamos incomprendidos. Además, a medida que la verdad nos ilumine, seremos conscientes de lo que está mal en nosotros. Por ello la verdad no debe estar separada de la gracia. Jesús vino a traernos la gracia y la verdad.
Jesucristo vino al mundo para ser testigo de la verdad. Él es el camino, la verdad y la vida. Es el camino que conduce al Padre, la verdad que nos revela quiénes somos, y sobre todo quién es Dios. Jesús es la vida, pues por medio de él podemos relacionarnos con el Dios vivo. Esta búsqueda de la verdad nos conduce a Jesús, quien dice: “Yo soy la luz del mundo; el que me sigue, no andará en tinieblas, sino que tendrá la luz de la vida” (Juan 8:12).
Fuente:amen-amen.net
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