¿Menosprecias las riquezas de su
benignidad, paciencia y longanimidad, ignorando que su benignidad te guía al
arrepentimiento? – Romanos 2:4.
La paciencia y el tiempo pueden más que
la ira y la fuerza». Esta moraleja de una fábula de La Fontaine anima a tener
paciencia y dominio propio, al mismo tiempo que denuncia la inutilidad de la
ira y la agresividad ante las dificultades. A veces perdemos la paciencia ante
situaciones difíciles, respecto a un niño, a nuestro cónyuge o a un compañero
de trabajo… Y la situación puede transformarse en conflicto. ¡En ocasiones
también ponemos a prueba la paciencia de los demás!
Pero, ¿hemos pensado en la paciencia de
Dios? “El Señor… es paciente para con nosotros”, es decir, para con todos los
hombres, porque todos pecaron. Todos éramos culpables ante él y estábamos
condenados a morir en nuestros pecados. Pero Dios, quien nos ama, desea que
“todos procedan al arrepentimiento” (2ª Pedro 3:9). Es una advertencia llena de
amor; Dios “ahora manda a todos los hombres en todo lugar, que se arrepientan”
(Hechos 17:30).
Arrepentirse es reconocer que formamos
parte de los seres humanos que están bajo el mismo veredicto divino: “No hay
justo, ni aun uno” (Romanos 3:10). Es aceptar nuestra incapacidad para
volvernos justos por nosotros mismos. Es recibir el único medio que Dios nos
ofrece: Jesucristo, quien llevó en la cruz el castigo que nuestros pecados
merecían. Es creer en él, aceptar ser hecho justo ante Dios, “gratuitamente por
su gracia, mediante la redención que es en Cristo Jesús” (Romanos 3:24). No
menospreciemos la paciencia de Dios.
Fuente:amen-amen.net
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